miércoles, 1 de octubre de 2014

Estamos en el fin del mundo.

¡Mierda! Me ha vuelto a saltar aceite, siseo y me alejo corriendo del fuego. Preparar la comida es demasiado difícil, no quiero intentarlo nunca más.

-Pero.. ¿Qué haces Hachiko?

-Intento cocinar, Loi chan. LO INTENTO.

-Niña que te vá a quemá.

Kass también aparece, con la mochila cargada de las cosas de la escuela.

-Ehtoy esha mierda-declara, y se tira en plancha al sofá.

-Esta mujer siempre está igual- sentencia Loi, y me ayuda a terminar con las alas de pollo. Ponemos la mesa y, al olor de la comida, Kass se levanta. Está malita y por eso está tan cansada, así que se lo perdonamos.

Yo también estoy cansada. Mucho. Tanto que me dormí en clase así que me tumbo con Kass bajo la manta, Loi se nos une y ahí estamos las tres. No hay muchas ganas de hacer nada, salvo de abrazarnos en el sofá. Y realmente me viene bien, porque últimamente estoy más feliz y más cariñosa, pero cuando estoy con vosotras puedo estar como quiera. Abrazo a Loi y a Kass y se duermen sobre mí, yo no, aunque tenga ganas. Cojo el libro de Poe de la mesita de café y leo mientras les acaricio el pelo a mis niñas. Mis niñas.

¿Quién te lo diría, Hachiko? ¿Quién te iba a decir que dos desconocidas a las que nunca has visto en persona se convertirían en tus hermanas, en las personas a las que protegerías con tu vida, en las que más confías y qué más quieres? ¿Cómo ocurre eso? ¿Cómo llegaron a ti la chica de los ojos amarillos y la niña lunar? Quién se acuerda. Lo importante no es como llegaron, es que se quedaron. Y ahora, estando a mi lado, estaré con ellas siempre.

Kass tose en sueños y la arropo un poco más, Loi se recuesta profundizando el abrazo. Y yo suspiro. De cansancio, de tranquilidad, de paz. La lluvia repiquetea como siempre contra los cristales, con fuerza. El cielo está ennegrecido, los relámpagos y los truenos hacen temblar los cristales. Y ellas ahí, en mis brazos, tranquilas. Como si no hubiese nada ahí fuera. Acurrucadas contra mí bajo la manta, Kass sonrojada por la fiebre y Loira sin el ceño fruncido,  y yo. Yo sonrío, y brillo. Sé que brillo, porque ellas me iluminan, estar cerca de ellas me ilumina. Me acurruco yo también, y, al final, me acabo quedando dormida entre las personas que más quiero en este mundo…


Buenas noches mis niñas. Hachi os adora.