lunes, 12 de enero de 2015

Una de sobremesa.

Las nubecillas de vaho se arremolinaban a su alrededor, igual que antaño hubiera hecho el humo del té que hace horas quedó frío. Tan frío como el clima; oscuro, nublado y con amenaza de lluvia. Ella ya había ahogado todas las esperanzas de que él volviese en miles de cafés y tés, en millones de tardes frente a una hoja en blanco, incontables lágrimas a la amarillenta luz de la lámpara. Ella ya sabía que no ibas a volver, que te habías marchado, cerrando la puerta detrás de ti y dejándola encerrada en esa pequeña y desordenada habitación llena de recuerdos. Todo estaba como lo dejaste, patas arriba: la cama sin hacer, ropa por el suelo, lápices, pinceles, botes de pintura, brochas, trozos de canciones, melodías sin terminar, canciones por escribir y sueños por olvidar. ¿Quién iba a decirle a ella que sólo serías una cicatriz más en sus muñecas? ¿Quién iba a quitarle la ilusión de niña que tenía? ¿Quién le diría que te marcharías, en una mañana tormentosa y con tu guitarra al hombro? Que serías todos los sueños rotos con los que se corta.

Ella sigue allí, frente a la ventana, mirando a la estación por si apareces en algún tren remoto. Sigue en su “Estación del Norte”, a pesar de que tú hayas tomado tu tren, ella sigue entre la nieve, envuelta en una bufanda raída que tiene tu olor marcado. Sigue soñando como antaño, imaginando perderse en bosques infinitos, malditos o qué sabemos nosotros. Sigue corriendo junto a su lobo, libre, en las praderas de los sueños, en el bulevar de los sueños rotos. Ya no hace promesas, ya no mira el atardecer desde el tejado. Ahora camina bajo la lluvia, descalza, pisando charcos, hace la compra, se baña al llegar a casa durante horas. Sabe que nunca más oirá tus llaves en la cerradura, que nunca más la llamarás amor. Y ¿sabes qué? No le importa.

Sale a tomar café y a compartir amenazas, a debatir sobre la nada. Ya no llega a los armarios de la cocina, y tú no estás para alcanzarle las cosas; ahora usa una silla, o se sube a la encimera. Ya no teme a las alturas. Se para a mirar las estrellas, deja pasar autobuses, se permite llegar tarde a sitios porque le encanta pararse a mirar escaparates de librerías o a observar las teterías. Sigue llevando medias, y camisas, y vestidos, y abrigos. Sigue guardando tus camisetas para cuando vuelvas (las tienes en la maleta al lado de la puerta) Ahora tiene gatos, y velas de colores, e incienso. Dibujos hasta en el techo y poesías en todos los cajones; rosas negras en una botella de vodka. Desde que no estás, fuma en la terraza mirando la luna y compartiendo opiniones con La Muerte y Morfeo.

Tiene las sábanas revueltas; siempre le han gustado así, y se mantiene firme en aquello que dijo sobre que se duerme mejor con sábanas limpias, desnuda y después de un buen polvo. Siempre tiene dos de tres, pero le da igual.

¿Ves aquella ventana rota? Ella sigue allí, con su té más frío que un muerto y la hoja en blanco, pero ya no espera a escribir una historia con nadie, ahora ella escribirá su historia. Y tú ya no tienes cabida en ella.

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Para Loira; muchas gracias por inspirarme y dejarme plasmarlo. Eres genial.


~ Hachiko.

jueves, 11 de diciembre de 2014

Faltan tres horas para que se me pete todo a felicitaciones y me da un poco de miedo porque me da vergüenza.

Hey, Loi-chan, hoy es tu cumpleaños. Ya tienes 18 años, ¡felicidades!

Nunca había visto, o mejor dicho, leído, a alguien tan extremadamente sorprendente. No sólo por su forma de contestar, si no por todos aquellos temas que trataba y su forma de acumular conocimiento con tan sólo 17 años. Recuerdo abrir Ask todos los días solo para leer cualquier cosa que ella posteara, y la rabia que me daba que se borrasen preguntas. Era raro, porque ella no era para nada como yo.

De cuando en cuando me deleitaba con algún escrito suyo, tan bonitos que levantaban en mí las ansias de mejorar en l que a éste ámbito se refiere. Ella sonaba todo el día, como una cadena de radio, y yo me acercaba y sintonizaba mi aparato para sólo oírla, aunque ella no me viese. Creo que muchos hacíamos lo mismo, aunque yo me sentía, un poco, como esos niños de antes que cogían pan y chocolate y se acercaban en corrillos a oír cualquier historia que les hiciese olvidar en qué mundo vivían.

Ella siempre fue como esos libros que me tenían hasta altas horas de la noche profundizando y analizando cada letra de su historia. Ella enganchaba con dos palabras bien escritas, las ideas bien puestas y el pelo revuelto. Me senté tantas veces cerca de la radio a escuchar, que hasta un día acabé participando sin darme cuenta. Pero, como cada programa de radio, televisión o de lo que sea, no a todos les gusta. Rápidamente me di cuenta también de que había pequeños… ¿Insectos, quizá? Que intentaban impedir la retransmisión de mi dosis diaria de oscuras fantasías y hechos anclados entre el rumor y la verdad.

Yo seguí yendo, puntual, todos los días a escucharla, y me gustaba tanto como subir valle arriba a escuchar el agua correr salvaje, o los zorros corretear no muy lejos de donde estaba yo. Ella escribía de una manera que podía reconfortarte como un cálido rayo de sol en un día de frío o que podía ponerte el vello tan de punta como esos videos de Youtube que hacen que David grite como una maricona. Y un día, sin darme cuenta, pasé a ser parte del programa, parte de la historia.

Fueron esas noches de verano donde las cicatrices y las heridas salieron a relucir. Donde las lágrimas opacaron el brillo plateado de la luna y hicieron que el sonido del mar quedase apagado. Aquellas noches en las que los miedos nos comían poco a poco, llamaban a nuestra puerta y nosotras, con la esperanza de sentirnos mejor, nos reconfortábamos la una a la otra, como dos crías que se esconden bajo una manta. Quizá fue eso lo que nos unió tanto.

También tuvimos momentos de esos en los que te imaginas corriendo hacia la otra persona, tomarla por la cintura, levantarla y dar vueltas. Sí, momentos felices. Nos hacíamos reír de manera absurda, bromeábamos, compartíamos tonterías, fotos, hablábamos de todo  un poco y yo sólo podía pensar lo genial y especial que aquella persona era para mí. Incluso nuestros demonios se hicieron amigos.

Últimamente, en la vida de mi persona, está ocurriendo grandes cambios, y por lo visto se avecinan más. Esos cambios están asustando a cierta gente; los echan para atrás. Y yo sólo puedo seguir aquí, viendo como cada vez que alguien le hace daño ella vuelve, como un animal herido pero demasiado orgullosa para enseñar dónde está el daño. Pero, igualmente, el daño queda hecho. A veces también viene por aquí como un huracán, dando portazos y bufando, y esos días la lluvia cae con rabia.

Yo sigo aquí, con té, galletas, colacao y pinturas. Las paredes siguen en pie, forradas de sus libros favoritos, el sofá sigue esperando a que ella vuelva y se siente a leer, las mantas esperan con anisa volver a envolverla en un abrazo, y toda la casa se alegra cuando ella cruza el umbral. Nuestro pequeño lugar sigue aquí, orgulloso, aguantando el temporal. Porque siempre nos gustó mirar tormentas juntas. Y hoy, hoy son 18 años de tormentas. Pero ya no las mira sola.

Feliz cumpleaños, Loi. Espero que te haya gustado mi pequeño recorrido por estos (y aunque sea sorprendente) pocos meses que hemos estado juntas, aunque a mí me parezcan ya toda una vida. Ya tienes 18 años, y aunque no estoy allí para celebrarlo, te regalo tiempo y palabras, que son dos de mis cosas más valiosas. Bueno, espero que después de esto corras al armario, cojas la camiseta que te regalé y te le pongas, porque o esta noche, y a tu salud, dormiré con Jez. Nos veremos en la cabaña, para celebrarlo. Y, como siempre, puedes traer a Sol.

Te adoro, Elsa Nana. Felices 18, y esperemos que ahora venga lo bueno, y que ese perro te haga esperar menos. Te quiero.

Tu hermana,


~ Ana Hachi





miércoles, 3 de diciembre de 2014

Feliz no cumpleaños, loca del coño.

¡Feliz no-cumpleaños, Kass!

Zarandeo a Loi impaciente porque se despierte de una vez hasta que abre los ojos.

-¿Qué coño haces, Hachiko?- me dice, visiblemente cabreada.

-¡Es el no cumpleaños de Kass!- chillo, ilusionada.

-¿Eh? ¿ES HOY?

-¡SÍ! ¡Vamos, Kass ya se ha ido a la escuela y tenemos que comprar todas las cosas, Loi!

Loi se levanta y se viste rápidamente mientras yo ando de acá para allá limpiándolo todo y recogiendo las cosas del desayuno. Finalmente, nos ponemos en marcha hacia el pueblo de al lado, donde hay un gran supermercado y está la oficina de correos.

Entramos primero al supermercado. Las calles están húmedas y el olor a tierra mojada impregna el aire. Loi aún refunfuña porque la he despertado, pero igualmente me ayuda a comprar todos los enseres para nuestra pequeña fiesta de tres. Cubiertos de plástico, guirnaldas de cumpleaños, globos, platos de usar y tirar…

Nos acercamos a la pastelería, donde dejo que Loi se tome un bollo como desayuno porque no ha comido y se enfada si no come (y porque me da miedo que me arranque un brazo y se lo jale, ¿vale?) y compro un pastel para Kass, un pastel que encargué hace un tiempo y tiene forma de féonix.
Con mi preciado tesoro culinario en brazos y aún caliente, vamos a correos, donde tenemos “guardado” el regalo de Kass. ¿Qué qué es? Ah ah, Kass. Lee hasta el final.

Nos apresuramos en llegar a casa y prepararlo todo para antes de que llegue Kass, que será pronto. Colgamos las guirnaldas, colocamos el pastel, los platitos, los cubiertos, preparamos té y mando a Loi a que prepare un baño para Kass porque fuera llueve muy fuerte y llegará empapada.

Antes de que Kass cruce el umbral de la puerta, le tapamos los ojos.

-¿Kaceis, locas del coño?-nos chilla y patalea, pero no la soltamos.

-Es que la casa está muy sucia y no queremos que la veas. Tú ve a darte un baño-dice Loi, y la empuja dentro del baño.

Hasta que no oímos chapotear el agua no respiramos. Y entonces vuelve eso de prepararlo todo a la velocidad del rayo y esconder el regalo de Kass (que no es precisamente pequeño) en algún lugar. Kass sale, nos da un mini infarto. Regalo escondido.

-Pero… ¿y esto?- nos pregunta, sorprendida, con el pelo mojado.

-¡Feliz cumpleaños, Kass!-decimos Loi y yo, enseñándole la tarta con las velas. Kass se emociona y nos abraza, haciéndonos tambalear, pero conseguimos sujetar a Kass, a la tarta y a nosotras mismas.

-Os odio, hijas de puta- nos dice, emocionada.

-Yo también te quiero, Kass- sonrío.

-Anda, sopla las velas que si no tendremos tarta de cera- le dice Loi.

Nos suelta y sopla con fuerza mientras pide un deseo. 18 años. ¡Nuestra Kass ya es una chica mayor!

~

Todas juntas nos sentamos a comer tarta, y entonces Loi me guiña un ojo.

-Oye, Loi, ¿le vas a dar a Kass ya el regalo?

-¿Qué regalo, Hachi?

-Eh, dekablais, locas.

-Kass, hazme un favor. Ve a mi cuarto y trae una cosa que está encima de la cama-le pido.

-Güeno, va.

Loira y yo nos miramos, sonriendo, y entonces oímos el grito de Kass que sale con su maletín flamante y nuevo, ese que tanto le gustó.

-HIJAS DE ALSKDAS OS AMO- nos grita, llorando de emoción.

Loi y yo nos dejamos abrazar con una gran sonrisa, porque hoy es el día especial de una personita especial. Kass: quizá no podamos estar cerca ni regalarte el maletín que tanto quieras, pero somos tus hermanas y te queremos desde Sevilla y Almería hasta Madrid.

Este texto se lo dedica  Hachiko a una personita especial, a Kass. A esa chica que me enseñó un mundo más allá, que me enseñó a ser fuerte, aunque ella no lo crea. Kass, que tiene un corazón tan grande como Madrid entero, la chica de los ojos amarillos, hoy cumple dieciocho años en este mundo, y los que te esperan, Kass, a nuestro lado.

Supongo que no es el mejor regalo que te han hecho hoy, y lo sé. Siento no poder darte más que este pequeño texto y un abrazo de datos, pero pequeña, pronto podremos vernos y nadie te va a salvar de que te espachurre en un abrazo. Gracias por enseñarme tantas cosas, Kass, por ser tan tú, por escribir historias que me encantan, textitos que me hacen querer mejorar, por dibujar tantas cosas que me inspiran y me hacen ver que puedo conseguir lo que quiera. Gracias por todo, hermana mayor. Gracias por existir.

Te quiere,


Hachiko.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Estamos en el fin del mundo.

¡Mierda! Me ha vuelto a saltar aceite, siseo y me alejo corriendo del fuego. Preparar la comida es demasiado difícil, no quiero intentarlo nunca más.

-Pero.. ¿Qué haces Hachiko?

-Intento cocinar, Loi chan. LO INTENTO.

-Niña que te vá a quemá.

Kass también aparece, con la mochila cargada de las cosas de la escuela.

-Ehtoy esha mierda-declara, y se tira en plancha al sofá.

-Esta mujer siempre está igual- sentencia Loi, y me ayuda a terminar con las alas de pollo. Ponemos la mesa y, al olor de la comida, Kass se levanta. Está malita y por eso está tan cansada, así que se lo perdonamos.

Yo también estoy cansada. Mucho. Tanto que me dormí en clase así que me tumbo con Kass bajo la manta, Loi se nos une y ahí estamos las tres. No hay muchas ganas de hacer nada, salvo de abrazarnos en el sofá. Y realmente me viene bien, porque últimamente estoy más feliz y más cariñosa, pero cuando estoy con vosotras puedo estar como quiera. Abrazo a Loi y a Kass y se duermen sobre mí, yo no, aunque tenga ganas. Cojo el libro de Poe de la mesita de café y leo mientras les acaricio el pelo a mis niñas. Mis niñas.

¿Quién te lo diría, Hachiko? ¿Quién te iba a decir que dos desconocidas a las que nunca has visto en persona se convertirían en tus hermanas, en las personas a las que protegerías con tu vida, en las que más confías y qué más quieres? ¿Cómo ocurre eso? ¿Cómo llegaron a ti la chica de los ojos amarillos y la niña lunar? Quién se acuerda. Lo importante no es como llegaron, es que se quedaron. Y ahora, estando a mi lado, estaré con ellas siempre.

Kass tose en sueños y la arropo un poco más, Loi se recuesta profundizando el abrazo. Y yo suspiro. De cansancio, de tranquilidad, de paz. La lluvia repiquetea como siempre contra los cristales, con fuerza. El cielo está ennegrecido, los relámpagos y los truenos hacen temblar los cristales. Y ellas ahí, en mis brazos, tranquilas. Como si no hubiese nada ahí fuera. Acurrucadas contra mí bajo la manta, Kass sonrojada por la fiebre y Loira sin el ceño fruncido,  y yo. Yo sonrío, y brillo. Sé que brillo, porque ellas me iluminan, estar cerca de ellas me ilumina. Me acurruco yo también, y, al final, me acabo quedando dormida entre las personas que más quiero en este mundo…


Buenas noches mis niñas. Hachi os adora.

lunes, 29 de septiembre de 2014

Luces de finales de Septiembre y el comienzo de algo bueno.

-No, mira, si no aprietas tanto el lápiz no quedará tan mal- me dice Kass, mientras observa cómo dibujo.

-Lo intento, jopé, pero siempre lo he hecho así- me quejo, intentando apretar menos.

Estamos en la cocina, dibujando. En realidad yo tendría clases de bajo pero  decidí aplazarlas para poder venir aquí y pasar el día con Kass y Loira, ahora que he aprendido también a preparar bizcochos. Se está genial dentro, con la chimenea encendida mientras fuera diluvia como nunca antes, Loi está leyendo algo en el sofá.

-Pfffffff, ¡quiero mimos!-exclama.

Kass y yo, absortas en dibujar, no la oímos.

-¡QUIERO MIMOS!

Nos miramos, y reímos un poco, vamos a intentar enfadar a Loi. Seguimos sin echarle cuenta.

-¡MALDITA SEA QUIERO MIMOS!

¡Pum! Una silla salta en pedazos. Contra mi cabeza. Kass se empieza a descojonar mientras yo, desde el suelo, me froto el cráneo y Loira, muy ofuscada, nos dice que la próxima vez nos va (me va) a reventar una de metal. Kass sigue riéndose desde su silla y yo me levanto, atontada y las miro. Loira le está gritando a Kass por reírse y amenazándola con pegarle con otra silla mientras ella se ha caído al suelo y se parte de la risa. Menuda escena, pero, al fin y al cabo, las quiero. Aunque me revienten sillas en la cabeza.

Me acerco a Loi y la abrazo por detrás.

-Perdona por no echarte cuentas, era una broma. Te quiero.

Y se calma (un poco) y me abraza y me palpa el chichón.

-¿Te he hecho daño?
-Nope, soy una cabezota.

Y nos reímos las tres. Esto es hogar, es mi casa, donde huele a lumbre y a té, a lápices de colores y gato, a champú de frutos del bosque y a vida.

-¿Hacemos un bizcocho? Me apetece- digo, una vez se han calmado las cosas y  Kass ha parado de reírse.
-Pero si no hay de ná.
-Pues tira a comprar, por reírte- le dice Loira a Kass, y le da una lista, dinero y las llaves de la moto.
-Me cago en ti.

Y Kass sale a comprar mientras Loi y yo seguimos a lo nuestro, ella leyendo y yo recojo el bajo de una esquina y toco un poco de “La vereda de la puerta de atrás” para amenizar.

Y Kass vuelve empapada y se mete a darse un baño caliente mientras Loira y yo preparamos la masa del bizcocho.

-¿Chocolate o limón, Loi?
-¡Chocolate!

Y le echa unas cucharadas bien colmadas de cola cao a la mezcla. Metemos el bizcocho a hornear, Kass recién salida de la ducha nos lanza harina y empezamos una mini guerrilla donde acabo con varios huevos rotos por todo el pelo y la ropa. Dejo a Loi estrangulando un poco a Kass y me doy una ducha rápida.

Cuando salgo, milagrosamente, todo está limpio y el bizcocho servido. Ah, y Kass acatarrada. Fuera ha oscurecido y llueve. Nos tomamos un poco de bizcocho en el sofá viendo pelis de animación como Spirit, que le gusta muchísimo a Kass, bajo la manta y entre pañuelos moqueados, pero abrazadas. Loira tiene sus mimos, Kassandra no ha sido asfixiada por Loira y yo estoy feliz de poder estar con dos de las personas a las que más quiero en este mundo.


Ahora es cuando Hachi vuelve a brillar con fuerza.

domingo, 28 de septiembre de 2014

Ganas de mimitos

-Hachiiiiiiiiiiiiii- me dices, y pones carita triste revolviéndote en el sofá- estoy tonta y quiero mimos.

Me levanto de la butaca suspirando y dejo el libro sobre la mesita. Esta Loi, a veces tiene ganas de arrancar cabezas y otras de que la mimes como a un gatito. Me acerco al sofá y me tumbo a su lado. Ella me abraza

-Mimitos para mi Loi chan- y sonrío mientras le lleno la cara de besitos y la abrazo, ella se deja y también me abraza.- Te quiero.

-Y yo a ti, pikachi.

Me río, ese fue uno de los primeros motes que me pusiste, aunque el primero fue Sof, ¿te acuerdas? Fuiste la primera en llamarme así. Sof. Te sigo abrazando y haciéndote cosquillas a veces por qué sé que no te gusta mientras el chimenea sigue encendida, ha sido un fin de semana lluvioso y he estado lejos de la cabaña y a la vez cerca, pero ya he vuelto y, si te soy sincera, tenía muchas ganas de estar en tus brazos. Te quiero, Nana chan.


“Hoy no me encuentro con ganas de extenderme más pero te dejo los mimitos que querías aquí, y espero que disfrutes de ellos. Pronto podré darte muchos más de verdad y podrás leerme cuentos. Y espero que entonces llueva, para poder salir a bailar bajo la lluvia contigo.”

jueves, 25 de septiembre de 2014

Ahora que faltas.

La cabaña ha estado muy solitaria hoy sin ti. Ya no es divertido ver las telas de araña de las esquinas, ni bailar sola bajo la lluvia. Ya nadie se sienta a mirar tormentas conmigo y hoy he deambulado como un alma en pena en busca de algo que huela a ti, que me recuerde a ti, algo a lo que abrazarme. Te echo de menos, y querría salir a buscarte para abrazarte y quedarme a tu lado, sosteniendo tu mano, hasta que todo pase.

Qué raro se me hace despertarme sin ti abrazada a mí, comer sin ti, preparar té y que nadie se lo beba. Kass tampoco viene mucho por aquí y me siento bastante sola si tú no estás. He descubierto que eres a quién quiero a mi lado durante mucho tiempo, que los demás son efímeros pero tú siempre te quedas. Y eres la única que tiene cojones de decirme las cosas, pero que nunca me ha hecho daño. 

¿Sabes? Te echo de menos ahora que faltas, y siempre que no estás sé que me falta algo y eres tú. Me haces falta, y ya no sé como decírtelo. Te necesito a mi lado, conmigo, con Pikachi, con tu Anna, tu Hachi… Conmigo, Loi.


Te quiero muchísimo. Te adoro, ¿lo sabes? Eres… lo mejor que pudo pasarme aquella noche de lágrimas. No me arrepiento de haberte conocido, y pueden decir todos misa, que yo seguiré siempre contigo. Siempre a tu lado, Nana chan.