jueves, 11 de diciembre de 2014

Faltan tres horas para que se me pete todo a felicitaciones y me da un poco de miedo porque me da vergüenza.

Hey, Loi-chan, hoy es tu cumpleaños. Ya tienes 18 años, ¡felicidades!

Nunca había visto, o mejor dicho, leído, a alguien tan extremadamente sorprendente. No sólo por su forma de contestar, si no por todos aquellos temas que trataba y su forma de acumular conocimiento con tan sólo 17 años. Recuerdo abrir Ask todos los días solo para leer cualquier cosa que ella posteara, y la rabia que me daba que se borrasen preguntas. Era raro, porque ella no era para nada como yo.

De cuando en cuando me deleitaba con algún escrito suyo, tan bonitos que levantaban en mí las ansias de mejorar en l que a éste ámbito se refiere. Ella sonaba todo el día, como una cadena de radio, y yo me acercaba y sintonizaba mi aparato para sólo oírla, aunque ella no me viese. Creo que muchos hacíamos lo mismo, aunque yo me sentía, un poco, como esos niños de antes que cogían pan y chocolate y se acercaban en corrillos a oír cualquier historia que les hiciese olvidar en qué mundo vivían.

Ella siempre fue como esos libros que me tenían hasta altas horas de la noche profundizando y analizando cada letra de su historia. Ella enganchaba con dos palabras bien escritas, las ideas bien puestas y el pelo revuelto. Me senté tantas veces cerca de la radio a escuchar, que hasta un día acabé participando sin darme cuenta. Pero, como cada programa de radio, televisión o de lo que sea, no a todos les gusta. Rápidamente me di cuenta también de que había pequeños… ¿Insectos, quizá? Que intentaban impedir la retransmisión de mi dosis diaria de oscuras fantasías y hechos anclados entre el rumor y la verdad.

Yo seguí yendo, puntual, todos los días a escucharla, y me gustaba tanto como subir valle arriba a escuchar el agua correr salvaje, o los zorros corretear no muy lejos de donde estaba yo. Ella escribía de una manera que podía reconfortarte como un cálido rayo de sol en un día de frío o que podía ponerte el vello tan de punta como esos videos de Youtube que hacen que David grite como una maricona. Y un día, sin darme cuenta, pasé a ser parte del programa, parte de la historia.

Fueron esas noches de verano donde las cicatrices y las heridas salieron a relucir. Donde las lágrimas opacaron el brillo plateado de la luna y hicieron que el sonido del mar quedase apagado. Aquellas noches en las que los miedos nos comían poco a poco, llamaban a nuestra puerta y nosotras, con la esperanza de sentirnos mejor, nos reconfortábamos la una a la otra, como dos crías que se esconden bajo una manta. Quizá fue eso lo que nos unió tanto.

También tuvimos momentos de esos en los que te imaginas corriendo hacia la otra persona, tomarla por la cintura, levantarla y dar vueltas. Sí, momentos felices. Nos hacíamos reír de manera absurda, bromeábamos, compartíamos tonterías, fotos, hablábamos de todo  un poco y yo sólo podía pensar lo genial y especial que aquella persona era para mí. Incluso nuestros demonios se hicieron amigos.

Últimamente, en la vida de mi persona, está ocurriendo grandes cambios, y por lo visto se avecinan más. Esos cambios están asustando a cierta gente; los echan para atrás. Y yo sólo puedo seguir aquí, viendo como cada vez que alguien le hace daño ella vuelve, como un animal herido pero demasiado orgullosa para enseñar dónde está el daño. Pero, igualmente, el daño queda hecho. A veces también viene por aquí como un huracán, dando portazos y bufando, y esos días la lluvia cae con rabia.

Yo sigo aquí, con té, galletas, colacao y pinturas. Las paredes siguen en pie, forradas de sus libros favoritos, el sofá sigue esperando a que ella vuelva y se siente a leer, las mantas esperan con anisa volver a envolverla en un abrazo, y toda la casa se alegra cuando ella cruza el umbral. Nuestro pequeño lugar sigue aquí, orgulloso, aguantando el temporal. Porque siempre nos gustó mirar tormentas juntas. Y hoy, hoy son 18 años de tormentas. Pero ya no las mira sola.

Feliz cumpleaños, Loi. Espero que te haya gustado mi pequeño recorrido por estos (y aunque sea sorprendente) pocos meses que hemos estado juntas, aunque a mí me parezcan ya toda una vida. Ya tienes 18 años, y aunque no estoy allí para celebrarlo, te regalo tiempo y palabras, que son dos de mis cosas más valiosas. Bueno, espero que después de esto corras al armario, cojas la camiseta que te regalé y te le pongas, porque o esta noche, y a tu salud, dormiré con Jez. Nos veremos en la cabaña, para celebrarlo. Y, como siempre, puedes traer a Sol.

Te adoro, Elsa Nana. Felices 18, y esperemos que ahora venga lo bueno, y que ese perro te haga esperar menos. Te quiero.

Tu hermana,


~ Ana Hachi





miércoles, 3 de diciembre de 2014

Feliz no cumpleaños, loca del coño.

¡Feliz no-cumpleaños, Kass!

Zarandeo a Loi impaciente porque se despierte de una vez hasta que abre los ojos.

-¿Qué coño haces, Hachiko?- me dice, visiblemente cabreada.

-¡Es el no cumpleaños de Kass!- chillo, ilusionada.

-¿Eh? ¿ES HOY?

-¡SÍ! ¡Vamos, Kass ya se ha ido a la escuela y tenemos que comprar todas las cosas, Loi!

Loi se levanta y se viste rápidamente mientras yo ando de acá para allá limpiándolo todo y recogiendo las cosas del desayuno. Finalmente, nos ponemos en marcha hacia el pueblo de al lado, donde hay un gran supermercado y está la oficina de correos.

Entramos primero al supermercado. Las calles están húmedas y el olor a tierra mojada impregna el aire. Loi aún refunfuña porque la he despertado, pero igualmente me ayuda a comprar todos los enseres para nuestra pequeña fiesta de tres. Cubiertos de plástico, guirnaldas de cumpleaños, globos, platos de usar y tirar…

Nos acercamos a la pastelería, donde dejo que Loi se tome un bollo como desayuno porque no ha comido y se enfada si no come (y porque me da miedo que me arranque un brazo y se lo jale, ¿vale?) y compro un pastel para Kass, un pastel que encargué hace un tiempo y tiene forma de féonix.
Con mi preciado tesoro culinario en brazos y aún caliente, vamos a correos, donde tenemos “guardado” el regalo de Kass. ¿Qué qué es? Ah ah, Kass. Lee hasta el final.

Nos apresuramos en llegar a casa y prepararlo todo para antes de que llegue Kass, que será pronto. Colgamos las guirnaldas, colocamos el pastel, los platitos, los cubiertos, preparamos té y mando a Loi a que prepare un baño para Kass porque fuera llueve muy fuerte y llegará empapada.

Antes de que Kass cruce el umbral de la puerta, le tapamos los ojos.

-¿Kaceis, locas del coño?-nos chilla y patalea, pero no la soltamos.

-Es que la casa está muy sucia y no queremos que la veas. Tú ve a darte un baño-dice Loi, y la empuja dentro del baño.

Hasta que no oímos chapotear el agua no respiramos. Y entonces vuelve eso de prepararlo todo a la velocidad del rayo y esconder el regalo de Kass (que no es precisamente pequeño) en algún lugar. Kass sale, nos da un mini infarto. Regalo escondido.

-Pero… ¿y esto?- nos pregunta, sorprendida, con el pelo mojado.

-¡Feliz cumpleaños, Kass!-decimos Loi y yo, enseñándole la tarta con las velas. Kass se emociona y nos abraza, haciéndonos tambalear, pero conseguimos sujetar a Kass, a la tarta y a nosotras mismas.

-Os odio, hijas de puta- nos dice, emocionada.

-Yo también te quiero, Kass- sonrío.

-Anda, sopla las velas que si no tendremos tarta de cera- le dice Loi.

Nos suelta y sopla con fuerza mientras pide un deseo. 18 años. ¡Nuestra Kass ya es una chica mayor!

~

Todas juntas nos sentamos a comer tarta, y entonces Loi me guiña un ojo.

-Oye, Loi, ¿le vas a dar a Kass ya el regalo?

-¿Qué regalo, Hachi?

-Eh, dekablais, locas.

-Kass, hazme un favor. Ve a mi cuarto y trae una cosa que está encima de la cama-le pido.

-Güeno, va.

Loira y yo nos miramos, sonriendo, y entonces oímos el grito de Kass que sale con su maletín flamante y nuevo, ese que tanto le gustó.

-HIJAS DE ALSKDAS OS AMO- nos grita, llorando de emoción.

Loi y yo nos dejamos abrazar con una gran sonrisa, porque hoy es el día especial de una personita especial. Kass: quizá no podamos estar cerca ni regalarte el maletín que tanto quieras, pero somos tus hermanas y te queremos desde Sevilla y Almería hasta Madrid.

Este texto se lo dedica  Hachiko a una personita especial, a Kass. A esa chica que me enseñó un mundo más allá, que me enseñó a ser fuerte, aunque ella no lo crea. Kass, que tiene un corazón tan grande como Madrid entero, la chica de los ojos amarillos, hoy cumple dieciocho años en este mundo, y los que te esperan, Kass, a nuestro lado.

Supongo que no es el mejor regalo que te han hecho hoy, y lo sé. Siento no poder darte más que este pequeño texto y un abrazo de datos, pero pequeña, pronto podremos vernos y nadie te va a salvar de que te espachurre en un abrazo. Gracias por enseñarme tantas cosas, Kass, por ser tan tú, por escribir historias que me encantan, textitos que me hacen querer mejorar, por dibujar tantas cosas que me inspiran y me hacen ver que puedo conseguir lo que quiera. Gracias por todo, hermana mayor. Gracias por existir.

Te quiere,


Hachiko.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Estamos en el fin del mundo.

¡Mierda! Me ha vuelto a saltar aceite, siseo y me alejo corriendo del fuego. Preparar la comida es demasiado difícil, no quiero intentarlo nunca más.

-Pero.. ¿Qué haces Hachiko?

-Intento cocinar, Loi chan. LO INTENTO.

-Niña que te vá a quemá.

Kass también aparece, con la mochila cargada de las cosas de la escuela.

-Ehtoy esha mierda-declara, y se tira en plancha al sofá.

-Esta mujer siempre está igual- sentencia Loi, y me ayuda a terminar con las alas de pollo. Ponemos la mesa y, al olor de la comida, Kass se levanta. Está malita y por eso está tan cansada, así que se lo perdonamos.

Yo también estoy cansada. Mucho. Tanto que me dormí en clase así que me tumbo con Kass bajo la manta, Loi se nos une y ahí estamos las tres. No hay muchas ganas de hacer nada, salvo de abrazarnos en el sofá. Y realmente me viene bien, porque últimamente estoy más feliz y más cariñosa, pero cuando estoy con vosotras puedo estar como quiera. Abrazo a Loi y a Kass y se duermen sobre mí, yo no, aunque tenga ganas. Cojo el libro de Poe de la mesita de café y leo mientras les acaricio el pelo a mis niñas. Mis niñas.

¿Quién te lo diría, Hachiko? ¿Quién te iba a decir que dos desconocidas a las que nunca has visto en persona se convertirían en tus hermanas, en las personas a las que protegerías con tu vida, en las que más confías y qué más quieres? ¿Cómo ocurre eso? ¿Cómo llegaron a ti la chica de los ojos amarillos y la niña lunar? Quién se acuerda. Lo importante no es como llegaron, es que se quedaron. Y ahora, estando a mi lado, estaré con ellas siempre.

Kass tose en sueños y la arropo un poco más, Loi se recuesta profundizando el abrazo. Y yo suspiro. De cansancio, de tranquilidad, de paz. La lluvia repiquetea como siempre contra los cristales, con fuerza. El cielo está ennegrecido, los relámpagos y los truenos hacen temblar los cristales. Y ellas ahí, en mis brazos, tranquilas. Como si no hubiese nada ahí fuera. Acurrucadas contra mí bajo la manta, Kass sonrojada por la fiebre y Loira sin el ceño fruncido,  y yo. Yo sonrío, y brillo. Sé que brillo, porque ellas me iluminan, estar cerca de ellas me ilumina. Me acurruco yo también, y, al final, me acabo quedando dormida entre las personas que más quiero en este mundo…


Buenas noches mis niñas. Hachi os adora.

lunes, 29 de septiembre de 2014

Luces de finales de Septiembre y el comienzo de algo bueno.

-No, mira, si no aprietas tanto el lápiz no quedará tan mal- me dice Kass, mientras observa cómo dibujo.

-Lo intento, jopé, pero siempre lo he hecho así- me quejo, intentando apretar menos.

Estamos en la cocina, dibujando. En realidad yo tendría clases de bajo pero  decidí aplazarlas para poder venir aquí y pasar el día con Kass y Loira, ahora que he aprendido también a preparar bizcochos. Se está genial dentro, con la chimenea encendida mientras fuera diluvia como nunca antes, Loi está leyendo algo en el sofá.

-Pfffffff, ¡quiero mimos!-exclama.

Kass y yo, absortas en dibujar, no la oímos.

-¡QUIERO MIMOS!

Nos miramos, y reímos un poco, vamos a intentar enfadar a Loi. Seguimos sin echarle cuenta.

-¡MALDITA SEA QUIERO MIMOS!

¡Pum! Una silla salta en pedazos. Contra mi cabeza. Kass se empieza a descojonar mientras yo, desde el suelo, me froto el cráneo y Loira, muy ofuscada, nos dice que la próxima vez nos va (me va) a reventar una de metal. Kass sigue riéndose desde su silla y yo me levanto, atontada y las miro. Loira le está gritando a Kass por reírse y amenazándola con pegarle con otra silla mientras ella se ha caído al suelo y se parte de la risa. Menuda escena, pero, al fin y al cabo, las quiero. Aunque me revienten sillas en la cabeza.

Me acerco a Loi y la abrazo por detrás.

-Perdona por no echarte cuentas, era una broma. Te quiero.

Y se calma (un poco) y me abraza y me palpa el chichón.

-¿Te he hecho daño?
-Nope, soy una cabezota.

Y nos reímos las tres. Esto es hogar, es mi casa, donde huele a lumbre y a té, a lápices de colores y gato, a champú de frutos del bosque y a vida.

-¿Hacemos un bizcocho? Me apetece- digo, una vez se han calmado las cosas y  Kass ha parado de reírse.
-Pero si no hay de ná.
-Pues tira a comprar, por reírte- le dice Loira a Kass, y le da una lista, dinero y las llaves de la moto.
-Me cago en ti.

Y Kass sale a comprar mientras Loi y yo seguimos a lo nuestro, ella leyendo y yo recojo el bajo de una esquina y toco un poco de “La vereda de la puerta de atrás” para amenizar.

Y Kass vuelve empapada y se mete a darse un baño caliente mientras Loira y yo preparamos la masa del bizcocho.

-¿Chocolate o limón, Loi?
-¡Chocolate!

Y le echa unas cucharadas bien colmadas de cola cao a la mezcla. Metemos el bizcocho a hornear, Kass recién salida de la ducha nos lanza harina y empezamos una mini guerrilla donde acabo con varios huevos rotos por todo el pelo y la ropa. Dejo a Loi estrangulando un poco a Kass y me doy una ducha rápida.

Cuando salgo, milagrosamente, todo está limpio y el bizcocho servido. Ah, y Kass acatarrada. Fuera ha oscurecido y llueve. Nos tomamos un poco de bizcocho en el sofá viendo pelis de animación como Spirit, que le gusta muchísimo a Kass, bajo la manta y entre pañuelos moqueados, pero abrazadas. Loira tiene sus mimos, Kassandra no ha sido asfixiada por Loira y yo estoy feliz de poder estar con dos de las personas a las que más quiero en este mundo.


Ahora es cuando Hachi vuelve a brillar con fuerza.

domingo, 28 de septiembre de 2014

Ganas de mimitos

-Hachiiiiiiiiiiiiii- me dices, y pones carita triste revolviéndote en el sofá- estoy tonta y quiero mimos.

Me levanto de la butaca suspirando y dejo el libro sobre la mesita. Esta Loi, a veces tiene ganas de arrancar cabezas y otras de que la mimes como a un gatito. Me acerco al sofá y me tumbo a su lado. Ella me abraza

-Mimitos para mi Loi chan- y sonrío mientras le lleno la cara de besitos y la abrazo, ella se deja y también me abraza.- Te quiero.

-Y yo a ti, pikachi.

Me río, ese fue uno de los primeros motes que me pusiste, aunque el primero fue Sof, ¿te acuerdas? Fuiste la primera en llamarme así. Sof. Te sigo abrazando y haciéndote cosquillas a veces por qué sé que no te gusta mientras el chimenea sigue encendida, ha sido un fin de semana lluvioso y he estado lejos de la cabaña y a la vez cerca, pero ya he vuelto y, si te soy sincera, tenía muchas ganas de estar en tus brazos. Te quiero, Nana chan.


“Hoy no me encuentro con ganas de extenderme más pero te dejo los mimitos que querías aquí, y espero que disfrutes de ellos. Pronto podré darte muchos más de verdad y podrás leerme cuentos. Y espero que entonces llueva, para poder salir a bailar bajo la lluvia contigo.”

jueves, 25 de septiembre de 2014

Ahora que faltas.

La cabaña ha estado muy solitaria hoy sin ti. Ya no es divertido ver las telas de araña de las esquinas, ni bailar sola bajo la lluvia. Ya nadie se sienta a mirar tormentas conmigo y hoy he deambulado como un alma en pena en busca de algo que huela a ti, que me recuerde a ti, algo a lo que abrazarme. Te echo de menos, y querría salir a buscarte para abrazarte y quedarme a tu lado, sosteniendo tu mano, hasta que todo pase.

Qué raro se me hace despertarme sin ti abrazada a mí, comer sin ti, preparar té y que nadie se lo beba. Kass tampoco viene mucho por aquí y me siento bastante sola si tú no estás. He descubierto que eres a quién quiero a mi lado durante mucho tiempo, que los demás son efímeros pero tú siempre te quedas. Y eres la única que tiene cojones de decirme las cosas, pero que nunca me ha hecho daño. 

¿Sabes? Te echo de menos ahora que faltas, y siempre que no estás sé que me falta algo y eres tú. Me haces falta, y ya no sé como decírtelo. Te necesito a mi lado, conmigo, con Pikachi, con tu Anna, tu Hachi… Conmigo, Loi.


Te quiero muchísimo. Te adoro, ¿lo sabes? Eres… lo mejor que pudo pasarme aquella noche de lágrimas. No me arrepiento de haberte conocido, y pueden decir todos misa, que yo seguiré siempre contigo. Siempre a tu lado, Nana chan.

martes, 23 de septiembre de 2014

Un micro cuento de fantasmas y muñecas.

Había una vez, una pequeña muñeca que tenía media sonrisa descosida. La muñeca tení un precioso pájaro verde y amarillo cosido al hombro, pero un día se le descosió y se perdió.  Y a veces, cuando nadie miraba, la muñequita se echaba a llorar porque sentía que le faltaba algo.

La pequeña muñeca, un día de esos en los que estaba llorando, se encontró con una pequeña fantasma que se acercó a preguntar qué le pasaba, y ella se lo contó. La fantasma le dio un graaaaaaaaan abrazo y la consoló, y desde entonces se quedaron siempre cerca la una de la otra, prometiendo cuidarse. Al poco tiempo, ya se adoraban, se querían. La fantasma y la muñeca se contaron sus historias y decidieron escribir una juntas a partir de ese momento, y ser hermanas. Se apodaron Hachi y Elsa la una a la otra, Elsa le devolvió a Hachi el trozo que le faltaba y Hachi se quedó con Elsa, cuidándola y queriéndola a más no poder.

Y un día, cuando el pequeño corazón de trapo de Hachi se cansó de tener parches y costuras, Elsa se la llevó lejos, a un sitio que ella conocía, a una pequeña cabaña del bosque donde nadie ni nada pudiera herirlas jamás, donde hubiese sonrisas cada día, y cosquillas, y abrazos y te quieros y mantitas. Y aquí sigue la muñequita, escribiendo cada día para que su querida fantasma sonría, y a veces le canta canciones, o le hace un dibujo. Porque una pequeña fantasma curó el corazón de la pequeña muñeca, y le cosió la sonrisa de nuevo con tanto cariño, que ahora nadie se le volverá a descoser.

Y por eso nunca hay que tener miedo de los fantasmas ni de acercarse a ellos. Porque entre una muñeca y un fantasma puede nacer una preciosa amistad. Porque quizá tú también tienes a tu pequeña fantasma o a tu muñequita rota, como yo tengo a la mía. Y créeme que la adoro.


                                                                

  Te quiero, Loi chan.

domingo, 21 de septiembre de 2014

Conducir mi alma hasta el descanso de tus brazos.

Siguen existiendo esas veces en las que aún me quedo mirando a la nada y hablando conmigo misma durante horas y horas. Y me quedo así tanto tiempo, que puedo llegar a asustar. Las conversaciones más interesantes que he tenido han sido conmigo misma, y muchas veces también las que peor me han dejado ¿te ha pasado? Supongo que sí. ¿Sabes? Mucha gente opina que no debería quedarme a tu lado, que sólo me traerás problemas. La misma gente que me hace tropezar una y otra vez, que pone los baches de mi camino, esos en lo que si me caigo me levantas tú. Quiero que quede claro una cosa: Nadie me va a apartar nunca de tu lado. Nunca.

Es domingo, y para mi sorpresa, hace sol. Sol y una brisa fresca. En la cabaña no parece haber nadie, así que paseo un poco por los alrededores. Mi cabeza es un lío. ¿Qué voy a hacer conmigo? Suspiro mientras observo las hojas moverse al son del viento. Y de pronto, te encuentro sentada en el suelo, apoyada en el tronco de un árbol, con Pequeño Ayudante de Satán al lado y un libro en el regazo.
-Hola Loi- saludo, y me siento a tu lado.
-Hola Hach- me sonríes y me siento un poco mejor .
-¿Qué quieres hacer hoy?
-No se te ve muy animada, ¿eh?
-Nope… ¿Quieres dar un paseo en moto? Realmente me apetece.
-Genial, cogeré algo para comer y tal, tú ve sacando la moto y poniéndola a punto.
Con toda la lluvia y el frío, me lleva un rato ponerla a punto, pero cuando llegas y cargamos la cesta con la comida, todo está listo y yo no puedo esperar a sentir el viento contra mí, las curvas, la velocidad… Siento tu peso al subir en la moto y me das un toquecito en el casco antes de agarrarte a mí. Todo listo.
El rugido del motor, tus brazos rodeándome, la velocidad, la inclinación en las curvas. Más rápido, más rápido, grita algo dentro de mí. Fuera las preocupaciones, sólo conducir lejos hasta cansarnos, hasta que todas mis preocupaciones no sean más que minúsculos puntos. Tan lejos como sea posible. Lejos de todo, pero contigo.
…….
Me das un toque en el casco y paro.
-Hach, mira, ese sería un buen lugar para merendar-me dices, y señalas una pequeña colina desde donde se puede ver el sol esconderse tras las montañas.
-Allá vamos, Nana chan. Agárrate fuerte- y sonrío. Ahora es cuando todo lo malo se va.
Cuando llegamos, extiendes una manta sobre el pasto, pones la cesta cerca tuya y te sientas. Me quito los guantes mientras sacas el termo, los vasos y… oh ¡un bizcocho!
Como siempre y haciendo honor a mi pequeña tripita, me pongo de bizcocho hasta los ojos y remato con un poco de té (¡y mira que no me gusta!), luego tú te tumbas sobre mis rodillas y nos quedamos así un rato, mirando como el sol se va detrás de las montañas, lejos de las miradas indiscretas y llevándose su preciosa luz dorada. Te acaricio el pelo y al fin siento que estoy haciendo las cosas bien. Al fin siento que estoy con una persona que me quiere a su lado, con alguien a quien le importo. Y no sabes cuánto te agradeceré eso, ahora y siempre.


Y Hachi será feliz a tu lado. Y lo que los demás opinen le da igual, porque se quiere quedar a tu lado siempre. Porque quiere hacerte sonreír, abrazarte y estar contigo. Porque le has descubierto a Hachi lo que es la verdadera amistad. Porque Hachi te adora.

sábado, 20 de septiembre de 2014

Cuentos que dibujan sonrisas. Como esa, Nana chan.

Hoy, hoy vengo a contaros mi cuento favorito, que no por ser un cuento deja de ser verdad. Es mi favorito, lo tengo guardado desde la primera vez que me lo contó esa persona tan especial para mí. Esa persona por la que merece la pena seguir aquí sonriendo y afrontando lo que venga y todo lo que se me caiga encima. Esa persona que me ha ayudado tanto y a la que adoro tanto. Nana chan, te adoro.
                                                                                              *Corazones morados de wha*
                                                                                                                                          

                                                                                                                             Hachiko.

………………
-Nana chan… Cuéntame una historia.
-En cuanto llegue a casa te cuento una.
-Vale.
………………
-Te voy a contar una mientras espero el autobús, ¿sobre qué la quieres?
-Como quieras.
- *Hmmm* Te voy a contar la historia sobre cómo conocí a mi hermana pequeña
-Vale…
-Fue hace poco tiempo, pero parece que hayamos pasado una vida juntas. Yo ya la conocía, porque a veces venía a mi lugar y me hablaba. Me contaba cosas sobre sus viajes a un sitio muy muy frío y me enseñó las fotos y lo que allí había aprendido. Y un día, mirando que todo estuviese bien, la oí llorar. No éramos ambas muy amigas, mas bien conocidas. Extrañas que compartían aficiones y gusto, pero créeme, me sentía muy unida a ella, incluso cuando pensaba que nuestra amistad no daría de más. Bueno, me acerqué a ella, me senté a su lado y le pregunté qué le pasaba. Y ella me lo agradeció infinitamente. Créeme cuando te digo que si hubiese sido otra persona jamás la habría ayudado. Pero era ella,, tan calma, tan dulce, tan inocente, tan pura, tan aniñada, tan linda. Y la acogí entre mis brazos y la intenté proteger de todo.

Más tarde, ya serenada y sonriendo de nuevo, comenzamos a hablar más, y más, y más. Y yo la adopté. La rebauticé como Hachiko, en un intento de hacerla un poquito más mía, porque así la tendría bajo mi vista y mi cuidado, y toda mi sangre daría para que ella estuviera bien. Y así fue como conocí a Hachi, mi hermanita.
………………
Ahora soy yo quien te va a contar una historia, Nana chan. Ven, siéntate a mi lado bajo las mantas, fuera es de noche y hay tormenta, Pequeño Ayudante de Satán dormita en su cesta y el fuego de la chimenea lame los troncos, haciéndolos crujir. Ven a mi lado.

Verás, Nana chan. Cuando regresé de mi viaje a aquel lugar muy muy frío, descubrí a una persona fascinante que hablaba de historias, esas que eran capaces de ponerme el vello de punta. Y, como muchas otras personas, me senté a escuchar. A veces hablaba, decía algo entre las millones de voces que también le decían cosas, y ella, a veces, me contestaba y yo me sentía mejor. Me fascinaba y me encantaba sentarme a esperar una nueva historia, aunque luego no pudiese dormir. Y allí estaba yo, escuchando totalmente fascinada. Y algo, un pequeño deseo de acercarme más a ella, se encendió en mí. Quería conocerla, y no sabía cómo. A veces iba y le contaba algo, cualquier cosas con el fin de que me respondiera, porque me hacía mucha, muchísima ilusión a pesar de que pensaba que éramos demasiado distintas, aunque igualmente seguí intentándolo.

Y una noche, yo estaba llorando. Echaba mucho, muchísimo de menos a alguien que ya no está aquí, y el resto del mundo parecía no querer ni acercarse a mí. Pero ella se acercó, y me consoló. Y yo, que no esperaba tal acto por parte de nadie en absoluto, no pude más que agradecérselo entonces, hoy y hasta el resto de mis días. Empezamos a hablar más, y más, y cada vez había más cosas en común. Pronto dejé de verla como la persona fría, distante y sin rostro que narraba historias mientras yo me sentaba a escuchar y empecé a verla como alguien a quien quería mucho. A pesar de todo. Todos la decían “Eres muy borde”, y yo en ella encontré a la persona más amable del mundo. Ella también se abrió a mí, y después de poco tiempo, empezamos a sentirnos familia. A querernos un poquito más cada día, a desear vernos y poder abrazarnos, e irnos a nuestra pequeña cabaña en mitad de la nada. Y si ella me protegía a mí de todo, igual haría yo con ella. La tomaría en mis brazos y la escondería, para que los demonios que están ahí fuera nunca más pudieran alcanzarla. Y aún hoy en día necesitamos abrazarnos así, y saber que tenemos a alguien que nos quiere, sin importar los demás.


Y… ¿sabes? Puede que ahora parezca que todo está en mi contra. Puede que a veces me canse de dar un paso y tener que retroceder dos. Pero mientras tú, Nana chan, estés conmigo, sonreiré y daré los pasos que haga falta, y le daré la vuelta a todo, incluso a las caritas tristes, para que sean una gran sonrisa. Gracias por sentarte a mi lado esa noche y escucharme. Gracias por todo lo que haces por mí todos los días. Gracias por existir. No sé qué haría sin ti.


                                                                                                                             -Hachiko.

viernes, 19 de septiembre de 2014

¿Recuerdas cuándo nos conocimos? Esto va de sonrisas rotas.

¿Recuerdas cuando nos conocimos? ¿Recuerdas cuando me contaste la historia de cómo conociste a tu hermanita? Claro que lo recuerdas. O eso espero. Ahora que me has visto, tanto feliz, como preocupada, triste, agobiada... Seguro que sabes que ahora estoy rota. Y que esto, y todos tus abrazos, tus mensajes y tus sonrisas me están arreglando. Y ahora, no me enrollo más y te dejo disfrutar. Te quiero muchísimo Nana chan.

"Mierda, otra vez." pienso, mientras toso. Estoy en el sofá de mi habitación, viendo SAO2, pero apago el monitor y suspiro. Vuelve el nudo en la garganta, las ganas irremediables de llorar. "¿Por qué me hacen esto?" me pregunto, mientras me visto. ¿A dónde voy? A tu lado. No quiero seguir aquí, lamentándome y sufriendo. Me marcho. Apago el móvil y abro el armario, como siempre. Cierro detrás de mí, y mis ojos también.

Llueve y me está calando. Gracias al cielo tengo mi chaqueta conmigo. Sí, esa calentita que tiene mi olor grabado y en la que me gusta acurrucarme porque me queda como un saco. Camino hacia la cabaña, donde hay luz. No esperaba encontrarte aquí, y me alegra la idea de poder abrazarte. Sigo resfriada, toso un poco en el trayecto pero llego bien. Abro en silencio y te veo sosteniendo un té calentito mientras Pequeño Ayudante de Satán te observa desde su sitio favorito.

-Hachiko, no esperaba verte aquí. ¿Qué ocurre?
-Abrázame.- me abrazas y el nudo en la garganta desaparece. Me acaricias el pelo y me relajo, al fin estoy en mi lugar.
-Todo está bien Hachi. Vamos a tomarnos un colacao.
Yo también me preparo mi colacao calentito y me lo tomo con una cucharadita de miel, para la garganta. La lluvia sigue como siempre, repiqueteando en el techo. Miro a la nada de nuevo, como quién cae de súbito al agua me hundo en mí misma y en el silencio que conlleva.
-¿Hachiko? Ponte la chaqueta, he tenido una idea-me llamas, y te miro como quién acaba de despertarse.
-¡Voy!-contesto, al cabo de unos segundos.

Las gotas caen sobre nosotras con fuerza y nos calan, se nos llenan los pies de barro, respiramos entrecortadamente y seguimos bailando bajo la lluvia y riendo. Haciendo las locuras que necesitaba hacer para olvidarme de todo lo malo. Y sonrío. Siempre que estás conmigo sonrío y me dejo llevar.
-¡Eh! ¡Os vais a mojar!- Kass aparece de sopetón y corre a unirse a nosotras. Al fin me siento en casa, al fin siento  que estoy donde me corresponde, al lado de las personas que más quiero.


“Aquella noche, Hachiko, Nana chan y Kass se quedaron abrazadas en el sofá viendo películas de Disney en el antiguo televisor, bajo una buena manta, con un buen chocolate caliente y con Pequeño Ayudante de Satán hecho una rosca frente a la chimenea. Y Hachiko sonrió al pensar que por fin podía despejar su mente y querer sin miedo a perder”.

jueves, 18 de septiembre de 2014

Lluvia fría de septiembre y luces.

                Me  levanto temprano, como siempre. Y, como siempre, llueve. Es septiembre, así que es normal. Sigo en la cama, a tu lado Nana chan, pero tú duermes abrazada a mí y no te quiero despertar. Las cortinas siguen echadas y ni un ápice de luz es capaz de pasar por ahí, pero el sonido del repiqueteo en el tejado se oye perfectamente. Son las cinco de la madrugada, con razón no se cuela luz. Me arrebujo otra vez en las mantas calentitas y en tu abrazo protector, y te veo sonreír dormida.

                Ahora sí. Son las diez y tengo que preparar el desayuno así que me levanto y te dejo dormida, aunque rechistas en sueños. Preparo colacao calentito con galletas de mantequilla mientras Pequeño Ayudante de Satán, tan zalamero como un felino podría ser, pasea por mis piernas en busca de algo para él. Mientras se hacen las tostadas, le sirvo a él su desayuno y le dejo devorarlo ansiosamente para luego verlo alejarse de nuevo y hacerse una bola frente a las brasas de la chimenea. Sin hacer ruido, y en penumbra tal y como te gusta, sirvo el desayuno sobre la cama con cuidado para no derramarlo todo y enciendo la lamparita. Estás despierta, me miras y sonríes. “Buenos días Hachiko” yo también sonrío “A desayunar, Nana chan” y te doy un beso en la frente mientras empezamos a desayunar.
                “Achúuuuus” estornudo desde el sofá, enterrada bajo mantas y mantas. Sí, tengo un catarro. Maldita sea. Tus pies se posan sobre los míos y me abrazas un poquito más. “¿Te has tomado la medicina?” asiento “Pues a dormir, Hachi” y cierro los ojos mientras me acaricias el pelo.
                Cuando me despierto es casi de noche y tú estás en la cocina, hay otra voz y huele a comida. Pizza, deliciosa pizza. Entro mientras me pongo las gafas y os encuentro a Kass y a ti allí, sonriendo. “Feliz santo, Hachi” me decís mientras me abrazáis y me dais dos besos.
                Me siento yo también a esperar la cena. Fuera llueve aún más fuerte y yo llevo mi chaqueta, esa negra que me queda enorme pero que huele mucho a mí. El horno suena y Loi sirve pizza y refrescos mientras Kass y yo charlamos sobre lo genial que es este lugar. Porque este es nuestro lugar, donde podemos huir cada vez que el mundo nos acose y queramos perdernos. Donde podemos vivir sin preocuparnos, con la sonrisa bien puesta.
                “Y esa noche, Kassandra se quedó a dormir con Hachiko y Loira, y tras un tiempo de oscuridad y costuras rotas, la luz de Hachiko comenzó a brillar, apenas un puntito de luz, pero luz al fin y al cabo.”

                Hoy estoy un poco malucha, tanto de salud como de ánimos, pero he decidido escribirte para que tengas un sitio donde refugiarte cuando llueva o te sientas mal. Un pequeño rayo de sol en la tormenta, un poco de luz en el túnel de oscuridad. Te quiero.
                                                                                                Muchísimo amor,
                                                                                                        Tu hermana Hachiko.


miércoles, 17 de septiembre de 2014

Bienvenida a casa, Nana chan.

Mi querida Nana chan:

Bienvenida a casa, al lugar donde puedes venir siempre que quieras a refugiarte y esconderte de todo, donde los problemas no nos alcanzan y nunca faltan mantas y sendas tazas de bebida caliente en los días de lluvia. Donde no importa qué, siempre hay espacio para ti. Aquí puedes venir siempre que lo necesites, yo estaré por la cabaña siempre y te recibiré con los brazos abiertos, porque para eso está este lugar; sola y exclusivamente para ti. Y ahora, te invito a entrar conmigo.

                                                                                                            Muchísimo amor,


                                                                                                                    Tu hermana Hachiko.