Hey,
Loi-chan, hoy es tu cumpleaños. Ya tienes 18 años, ¡felicidades!
Nunca había
visto, o mejor dicho, leído, a alguien tan extremadamente sorprendente. No sólo
por su forma de contestar, si no por todos aquellos temas que trataba y su
forma de acumular conocimiento con tan sólo 17 años. Recuerdo abrir Ask todos
los días solo para leer cualquier cosa que ella posteara, y la rabia que me
daba que se borrasen preguntas. Era raro, porque ella no era para nada como yo.
De cuando en
cuando me deleitaba con algún escrito suyo, tan bonitos que levantaban en mí
las ansias de mejorar en l que a éste ámbito se refiere. Ella sonaba todo el
día, como una cadena de radio, y yo me acercaba y sintonizaba mi aparato para
sólo oírla, aunque ella no me viese. Creo que muchos hacíamos lo mismo, aunque
yo me sentía, un poco, como esos niños de antes que cogían pan y chocolate y se
acercaban en corrillos a oír cualquier historia que les hiciese olvidar en qué
mundo vivían.
Ella siempre
fue como esos libros que me tenían hasta altas horas de la noche profundizando
y analizando cada letra de su historia. Ella enganchaba con dos palabras bien
escritas, las ideas bien puestas y el pelo revuelto. Me senté tantas veces
cerca de la radio a escuchar, que hasta un día acabé participando sin darme
cuenta. Pero, como cada programa de radio, televisión o de lo que sea, no a
todos les gusta. Rápidamente me di cuenta también de que había pequeños…
¿Insectos, quizá? Que intentaban impedir la retransmisión de mi dosis diaria de
oscuras fantasías y hechos anclados entre el rumor y la verdad.
Yo seguí
yendo, puntual, todos los días a escucharla, y me gustaba tanto como subir
valle arriba a escuchar el agua correr salvaje, o los zorros corretear no muy
lejos de donde estaba yo. Ella escribía de una manera que podía reconfortarte
como un cálido rayo de sol en un día de frío o que podía ponerte el vello tan
de punta como esos videos de Youtube que hacen que David grite como una
maricona. Y un día, sin darme cuenta, pasé a ser parte del programa, parte de
la historia.
Fueron esas
noches de verano donde las cicatrices y las heridas salieron a relucir. Donde
las lágrimas opacaron el brillo plateado de la luna y hicieron que el sonido
del mar quedase apagado. Aquellas noches en las que los miedos nos comían poco
a poco, llamaban a nuestra puerta y nosotras, con la esperanza de sentirnos
mejor, nos reconfortábamos la una a la otra, como dos crías que se esconden
bajo una manta. Quizá fue eso lo que nos unió tanto.
También
tuvimos momentos de esos en los que te imaginas corriendo hacia la otra
persona, tomarla por la cintura, levantarla y dar vueltas. Sí, momentos
felices. Nos hacíamos reír de manera absurda, bromeábamos, compartíamos
tonterías, fotos, hablábamos de todo un
poco y yo sólo podía pensar lo genial y especial que aquella persona era para
mí. Incluso nuestros demonios se hicieron amigos.
Últimamente,
en la vida de mi persona, está ocurriendo grandes cambios, y por lo visto se
avecinan más. Esos cambios están asustando a cierta gente; los echan para
atrás. Y yo sólo puedo seguir aquí, viendo como cada vez que alguien le hace
daño ella vuelve, como un animal herido pero demasiado orgullosa para enseñar
dónde está el daño. Pero, igualmente, el daño queda hecho. A veces también
viene por aquí como un huracán, dando portazos y bufando, y esos días la lluvia
cae con rabia.
Yo sigo
aquí, con té, galletas, colacao y pinturas. Las paredes siguen en pie, forradas
de sus libros favoritos, el sofá sigue esperando a que ella vuelva y se siente
a leer, las mantas esperan con anisa volver a envolverla en un abrazo, y toda
la casa se alegra cuando ella cruza el umbral. Nuestro pequeño lugar sigue
aquí, orgulloso, aguantando el temporal. Porque siempre nos gustó mirar
tormentas juntas. Y hoy, hoy son 18 años de tormentas. Pero ya no las mira
sola.
Feliz
cumpleaños, Loi. Espero que te haya gustado mi pequeño recorrido por estos (y
aunque sea sorprendente) pocos meses que hemos estado juntas, aunque a mí me
parezcan ya toda una vida. Ya tienes 18 años, y aunque no estoy allí para
celebrarlo, te regalo tiempo y palabras, que son dos de mis cosas más valiosas.
Bueno, espero que después de esto corras al armario, cojas la camiseta que te
regalé y te le pongas, porque o esta noche, y a tu salud, dormiré con Jez. Nos veremos
en la cabaña, para celebrarlo. Y, como siempre, puedes traer a Sol.
Te adoro,
Elsa Nana. Felices 18, y esperemos que ahora venga lo bueno, y que ese perro te
haga esperar menos. Te quiero.
Tu hermana,
~ Ana Hachi