jueves, 11 de diciembre de 2014

Faltan tres horas para que se me pete todo a felicitaciones y me da un poco de miedo porque me da vergüenza.

Hey, Loi-chan, hoy es tu cumpleaños. Ya tienes 18 años, ¡felicidades!

Nunca había visto, o mejor dicho, leído, a alguien tan extremadamente sorprendente. No sólo por su forma de contestar, si no por todos aquellos temas que trataba y su forma de acumular conocimiento con tan sólo 17 años. Recuerdo abrir Ask todos los días solo para leer cualquier cosa que ella posteara, y la rabia que me daba que se borrasen preguntas. Era raro, porque ella no era para nada como yo.

De cuando en cuando me deleitaba con algún escrito suyo, tan bonitos que levantaban en mí las ansias de mejorar en l que a éste ámbito se refiere. Ella sonaba todo el día, como una cadena de radio, y yo me acercaba y sintonizaba mi aparato para sólo oírla, aunque ella no me viese. Creo que muchos hacíamos lo mismo, aunque yo me sentía, un poco, como esos niños de antes que cogían pan y chocolate y se acercaban en corrillos a oír cualquier historia que les hiciese olvidar en qué mundo vivían.

Ella siempre fue como esos libros que me tenían hasta altas horas de la noche profundizando y analizando cada letra de su historia. Ella enganchaba con dos palabras bien escritas, las ideas bien puestas y el pelo revuelto. Me senté tantas veces cerca de la radio a escuchar, que hasta un día acabé participando sin darme cuenta. Pero, como cada programa de radio, televisión o de lo que sea, no a todos les gusta. Rápidamente me di cuenta también de que había pequeños… ¿Insectos, quizá? Que intentaban impedir la retransmisión de mi dosis diaria de oscuras fantasías y hechos anclados entre el rumor y la verdad.

Yo seguí yendo, puntual, todos los días a escucharla, y me gustaba tanto como subir valle arriba a escuchar el agua correr salvaje, o los zorros corretear no muy lejos de donde estaba yo. Ella escribía de una manera que podía reconfortarte como un cálido rayo de sol en un día de frío o que podía ponerte el vello tan de punta como esos videos de Youtube que hacen que David grite como una maricona. Y un día, sin darme cuenta, pasé a ser parte del programa, parte de la historia.

Fueron esas noches de verano donde las cicatrices y las heridas salieron a relucir. Donde las lágrimas opacaron el brillo plateado de la luna y hicieron que el sonido del mar quedase apagado. Aquellas noches en las que los miedos nos comían poco a poco, llamaban a nuestra puerta y nosotras, con la esperanza de sentirnos mejor, nos reconfortábamos la una a la otra, como dos crías que se esconden bajo una manta. Quizá fue eso lo que nos unió tanto.

También tuvimos momentos de esos en los que te imaginas corriendo hacia la otra persona, tomarla por la cintura, levantarla y dar vueltas. Sí, momentos felices. Nos hacíamos reír de manera absurda, bromeábamos, compartíamos tonterías, fotos, hablábamos de todo  un poco y yo sólo podía pensar lo genial y especial que aquella persona era para mí. Incluso nuestros demonios se hicieron amigos.

Últimamente, en la vida de mi persona, está ocurriendo grandes cambios, y por lo visto se avecinan más. Esos cambios están asustando a cierta gente; los echan para atrás. Y yo sólo puedo seguir aquí, viendo como cada vez que alguien le hace daño ella vuelve, como un animal herido pero demasiado orgullosa para enseñar dónde está el daño. Pero, igualmente, el daño queda hecho. A veces también viene por aquí como un huracán, dando portazos y bufando, y esos días la lluvia cae con rabia.

Yo sigo aquí, con té, galletas, colacao y pinturas. Las paredes siguen en pie, forradas de sus libros favoritos, el sofá sigue esperando a que ella vuelva y se siente a leer, las mantas esperan con anisa volver a envolverla en un abrazo, y toda la casa se alegra cuando ella cruza el umbral. Nuestro pequeño lugar sigue aquí, orgulloso, aguantando el temporal. Porque siempre nos gustó mirar tormentas juntas. Y hoy, hoy son 18 años de tormentas. Pero ya no las mira sola.

Feliz cumpleaños, Loi. Espero que te haya gustado mi pequeño recorrido por estos (y aunque sea sorprendente) pocos meses que hemos estado juntas, aunque a mí me parezcan ya toda una vida. Ya tienes 18 años, y aunque no estoy allí para celebrarlo, te regalo tiempo y palabras, que son dos de mis cosas más valiosas. Bueno, espero que después de esto corras al armario, cojas la camiseta que te regalé y te le pongas, porque o esta noche, y a tu salud, dormiré con Jez. Nos veremos en la cabaña, para celebrarlo. Y, como siempre, puedes traer a Sol.

Te adoro, Elsa Nana. Felices 18, y esperemos que ahora venga lo bueno, y que ese perro te haga esperar menos. Te quiero.

Tu hermana,


~ Ana Hachi





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