domingo, 21 de septiembre de 2014

Conducir mi alma hasta el descanso de tus brazos.

Siguen existiendo esas veces en las que aún me quedo mirando a la nada y hablando conmigo misma durante horas y horas. Y me quedo así tanto tiempo, que puedo llegar a asustar. Las conversaciones más interesantes que he tenido han sido conmigo misma, y muchas veces también las que peor me han dejado ¿te ha pasado? Supongo que sí. ¿Sabes? Mucha gente opina que no debería quedarme a tu lado, que sólo me traerás problemas. La misma gente que me hace tropezar una y otra vez, que pone los baches de mi camino, esos en lo que si me caigo me levantas tú. Quiero que quede claro una cosa: Nadie me va a apartar nunca de tu lado. Nunca.

Es domingo, y para mi sorpresa, hace sol. Sol y una brisa fresca. En la cabaña no parece haber nadie, así que paseo un poco por los alrededores. Mi cabeza es un lío. ¿Qué voy a hacer conmigo? Suspiro mientras observo las hojas moverse al son del viento. Y de pronto, te encuentro sentada en el suelo, apoyada en el tronco de un árbol, con Pequeño Ayudante de Satán al lado y un libro en el regazo.
-Hola Loi- saludo, y me siento a tu lado.
-Hola Hach- me sonríes y me siento un poco mejor .
-¿Qué quieres hacer hoy?
-No se te ve muy animada, ¿eh?
-Nope… ¿Quieres dar un paseo en moto? Realmente me apetece.
-Genial, cogeré algo para comer y tal, tú ve sacando la moto y poniéndola a punto.
Con toda la lluvia y el frío, me lleva un rato ponerla a punto, pero cuando llegas y cargamos la cesta con la comida, todo está listo y yo no puedo esperar a sentir el viento contra mí, las curvas, la velocidad… Siento tu peso al subir en la moto y me das un toquecito en el casco antes de agarrarte a mí. Todo listo.
El rugido del motor, tus brazos rodeándome, la velocidad, la inclinación en las curvas. Más rápido, más rápido, grita algo dentro de mí. Fuera las preocupaciones, sólo conducir lejos hasta cansarnos, hasta que todas mis preocupaciones no sean más que minúsculos puntos. Tan lejos como sea posible. Lejos de todo, pero contigo.
…….
Me das un toque en el casco y paro.
-Hach, mira, ese sería un buen lugar para merendar-me dices, y señalas una pequeña colina desde donde se puede ver el sol esconderse tras las montañas.
-Allá vamos, Nana chan. Agárrate fuerte- y sonrío. Ahora es cuando todo lo malo se va.
Cuando llegamos, extiendes una manta sobre el pasto, pones la cesta cerca tuya y te sientas. Me quito los guantes mientras sacas el termo, los vasos y… oh ¡un bizcocho!
Como siempre y haciendo honor a mi pequeña tripita, me pongo de bizcocho hasta los ojos y remato con un poco de té (¡y mira que no me gusta!), luego tú te tumbas sobre mis rodillas y nos quedamos así un rato, mirando como el sol se va detrás de las montañas, lejos de las miradas indiscretas y llevándose su preciosa luz dorada. Te acaricio el pelo y al fin siento que estoy haciendo las cosas bien. Al fin siento que estoy con una persona que me quiere a su lado, con alguien a quien le importo. Y no sabes cuánto te agradeceré eso, ahora y siempre.


Y Hachi será feliz a tu lado. Y lo que los demás opinen le da igual, porque se quiere quedar a tu lado siempre. Porque quiere hacerte sonreír, abrazarte y estar contigo. Porque le has descubierto a Hachi lo que es la verdadera amistad. Porque Hachi te adora.

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