Hoy, hoy vengo a contaros mi cuento favorito, que no por ser
un cuento deja de ser verdad. Es mi favorito, lo tengo guardado desde la
primera vez que me lo contó esa persona tan especial para mí. Esa persona por
la que merece la pena seguir aquí sonriendo y afrontando lo que venga y todo lo
que se me caiga encima. Esa persona que me ha ayudado tanto y a la que adoro
tanto. Nana chan, te adoro.
*Corazones morados de wha*
Hachiko.
………………
-Nana chan… Cuéntame una historia.
-En cuanto llegue a casa te cuento una.
-Vale.
………………
-Te voy a contar una mientras espero el autobús, ¿sobre qué
la quieres?
-Como quieras.
- *Hmmm* Te voy a contar la historia sobre cómo conocí a mi
hermana pequeña
-Vale…
-Fue hace poco tiempo, pero parece que hayamos pasado una
vida juntas. Yo ya la conocía, porque a veces venía a mi lugar y me hablaba. Me
contaba cosas sobre sus viajes a un sitio muy muy frío y me enseñó las fotos y
lo que allí había aprendido. Y un día, mirando que todo estuviese bien, la oí
llorar. No éramos ambas muy amigas, mas bien conocidas. Extrañas que compartían
aficiones y gusto, pero créeme, me sentía muy unida a ella, incluso cuando
pensaba que nuestra amistad no daría de más. Bueno, me acerqué a ella, me senté
a su lado y le pregunté qué le pasaba. Y ella me lo agradeció infinitamente.
Créeme cuando te digo que si hubiese sido otra persona jamás la habría ayudado.
Pero era ella,, tan calma, tan dulce, tan inocente, tan pura, tan aniñada, tan
linda. Y la acogí entre mis brazos y la intenté proteger de todo.
Más tarde, ya serenada y sonriendo de nuevo, comenzamos a
hablar más, y más, y más. Y yo la adopté. La rebauticé como Hachiko, en un
intento de hacerla un poquito más mía, porque así la tendría bajo mi vista y mi
cuidado, y toda mi sangre daría para que ella estuviera bien. Y así fue como
conocí a Hachi, mi hermanita.
………………
Ahora soy yo quien te va a contar una historia, Nana chan.
Ven, siéntate a mi lado bajo las mantas, fuera es de noche y hay tormenta,
Pequeño Ayudante de Satán dormita en su cesta y el fuego de la chimenea lame
los troncos, haciéndolos crujir. Ven a mi lado.
Verás, Nana chan. Cuando regresé de mi viaje a aquel lugar
muy muy frío, descubrí a una persona fascinante que hablaba de historias, esas
que eran capaces de ponerme el vello de punta. Y, como muchas otras personas,
me senté a escuchar. A veces hablaba, decía algo entre las millones de voces
que también le decían cosas, y ella, a veces, me contestaba y yo me sentía
mejor. Me fascinaba y me encantaba sentarme a esperar una nueva historia,
aunque luego no pudiese dormir. Y allí estaba yo, escuchando totalmente
fascinada. Y algo, un pequeño deseo de acercarme más a ella, se encendió en mí.
Quería conocerla, y no sabía cómo. A veces iba y le contaba algo, cualquier
cosas con el fin de que me respondiera, porque me hacía mucha, muchísima
ilusión a pesar de que pensaba que éramos demasiado distintas, aunque
igualmente seguí intentándolo.
Y una noche, yo estaba llorando. Echaba mucho, muchísimo de
menos a alguien que ya no está aquí, y el resto del mundo parecía no querer ni
acercarse a mí. Pero ella se acercó, y me consoló. Y yo, que no esperaba tal
acto por parte de nadie en absoluto, no pude más que agradecérselo entonces,
hoy y hasta el resto de mis días. Empezamos a hablar más, y más, y cada vez
había más cosas en común. Pronto dejé de verla como la persona fría, distante y
sin rostro que narraba historias mientras yo me sentaba a escuchar y empecé a
verla como alguien a quien quería mucho. A pesar de todo. Todos la decían “Eres
muy borde”, y yo en ella encontré a la persona más amable del mundo. Ella
también se abrió a mí, y después de poco tiempo, empezamos a sentirnos familia.
A querernos un poquito más cada día, a desear vernos y poder abrazarnos, e
irnos a nuestra pequeña cabaña en mitad de la nada. Y si ella me protegía a mí
de todo, igual haría yo con ella. La tomaría en mis brazos y la escondería,
para que los demonios que están ahí fuera nunca más pudieran alcanzarla. Y aún
hoy en día necesitamos abrazarnos así, y saber que tenemos a alguien que nos
quiere, sin importar los demás.
Y… ¿sabes? Puede que ahora parezca que todo está en mi contra. Puede que a veces me canse de dar un paso y tener que retroceder dos. Pero mientras tú, Nana chan, estés conmigo, sonreiré y daré los pasos que haga falta, y le daré la vuelta a todo, incluso a las caritas tristes, para que sean una gran sonrisa. Gracias por sentarte a mi lado esa noche y escucharme. Gracias por todo lo que haces por mí todos los días. Gracias por existir. No sé qué haría sin ti.
-Hachiko.
No hay comentarios:
Publicar un comentario