Me levanto temprano, como siempre. Y, como siempre, llueve. Es septiembre, así que
es normal. Sigo en la cama, a tu lado Nana chan, pero tú duermes abrazada a mí
y no te quiero despertar. Las cortinas siguen echadas y ni un ápice de luz es
capaz de pasar por ahí, pero el sonido del repiqueteo en el tejado se oye
perfectamente. Son las cinco de la madrugada, con razón no se cuela luz. Me
arrebujo otra vez en las mantas calentitas y en tu abrazo protector, y te veo
sonreír dormida.
Ahora
sí. Son las diez y tengo que preparar el desayuno así que me levanto y te dejo
dormida, aunque rechistas en sueños. Preparo colacao calentito con galletas de
mantequilla mientras Pequeño Ayudante de Satán, tan zalamero como un felino
podría ser, pasea por mis piernas en busca de algo para él. Mientras se hacen
las tostadas, le sirvo a él su desayuno y le dejo devorarlo ansiosamente para
luego verlo alejarse de nuevo y hacerse una bola frente a las brasas de la
chimenea. Sin hacer ruido, y en penumbra tal y como te gusta, sirvo el desayuno
sobre la cama con cuidado para no derramarlo todo y enciendo la lamparita.
Estás despierta, me miras y sonríes. “Buenos días Hachiko” yo también sonrío “A
desayunar, Nana chan” y te doy un beso en la frente mientras empezamos a
desayunar.
“Achúuuuus”
estornudo desde el sofá, enterrada bajo mantas y mantas. Sí, tengo un catarro.
Maldita sea. Tus pies se posan sobre los míos y me abrazas un poquito más. “¿Te
has tomado la medicina?” asiento “Pues a dormir, Hachi” y cierro los ojos
mientras me acaricias el pelo.
Cuando
me despierto es casi de noche y tú estás en la cocina, hay otra voz y huele a
comida. Pizza, deliciosa pizza. Entro mientras me pongo las gafas y os
encuentro a Kass y a ti allí, sonriendo. “Feliz santo, Hachi” me decís mientras
me abrazáis y me dais dos besos.
Me
siento yo también a esperar la cena. Fuera llueve aún más fuerte y yo llevo mi
chaqueta, esa negra que me queda enorme pero que huele mucho a mí. El horno
suena y Loi sirve pizza y refrescos mientras Kass y yo charlamos sobre lo
genial que es este lugar. Porque este es nuestro lugar, donde podemos huir cada
vez que el mundo nos acose y queramos perdernos. Donde podemos vivir sin
preocuparnos, con la sonrisa bien puesta.
“Y esa
noche, Kassandra se quedó a dormir con Hachiko y Loira, y tras un tiempo de
oscuridad y costuras rotas, la luz de Hachiko comenzó a brillar, apenas un
puntito de luz, pero luz al fin y al cabo.”
Hoy
estoy un poco malucha, tanto de salud como de ánimos, pero he decidido
escribirte para que tengas un sitio donde refugiarte cuando llueva o te sientas
mal. Un pequeño rayo de sol en la tormenta, un poco de luz en el túnel de
oscuridad. Te quiero.
Muchísimo amor,
Tu hermana Hachiko.
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