jueves, 18 de septiembre de 2014

Lluvia fría de septiembre y luces.

                Me  levanto temprano, como siempre. Y, como siempre, llueve. Es septiembre, así que es normal. Sigo en la cama, a tu lado Nana chan, pero tú duermes abrazada a mí y no te quiero despertar. Las cortinas siguen echadas y ni un ápice de luz es capaz de pasar por ahí, pero el sonido del repiqueteo en el tejado se oye perfectamente. Son las cinco de la madrugada, con razón no se cuela luz. Me arrebujo otra vez en las mantas calentitas y en tu abrazo protector, y te veo sonreír dormida.

                Ahora sí. Son las diez y tengo que preparar el desayuno así que me levanto y te dejo dormida, aunque rechistas en sueños. Preparo colacao calentito con galletas de mantequilla mientras Pequeño Ayudante de Satán, tan zalamero como un felino podría ser, pasea por mis piernas en busca de algo para él. Mientras se hacen las tostadas, le sirvo a él su desayuno y le dejo devorarlo ansiosamente para luego verlo alejarse de nuevo y hacerse una bola frente a las brasas de la chimenea. Sin hacer ruido, y en penumbra tal y como te gusta, sirvo el desayuno sobre la cama con cuidado para no derramarlo todo y enciendo la lamparita. Estás despierta, me miras y sonríes. “Buenos días Hachiko” yo también sonrío “A desayunar, Nana chan” y te doy un beso en la frente mientras empezamos a desayunar.
                “Achúuuuus” estornudo desde el sofá, enterrada bajo mantas y mantas. Sí, tengo un catarro. Maldita sea. Tus pies se posan sobre los míos y me abrazas un poquito más. “¿Te has tomado la medicina?” asiento “Pues a dormir, Hachi” y cierro los ojos mientras me acaricias el pelo.
                Cuando me despierto es casi de noche y tú estás en la cocina, hay otra voz y huele a comida. Pizza, deliciosa pizza. Entro mientras me pongo las gafas y os encuentro a Kass y a ti allí, sonriendo. “Feliz santo, Hachi” me decís mientras me abrazáis y me dais dos besos.
                Me siento yo también a esperar la cena. Fuera llueve aún más fuerte y yo llevo mi chaqueta, esa negra que me queda enorme pero que huele mucho a mí. El horno suena y Loi sirve pizza y refrescos mientras Kass y yo charlamos sobre lo genial que es este lugar. Porque este es nuestro lugar, donde podemos huir cada vez que el mundo nos acose y queramos perdernos. Donde podemos vivir sin preocuparnos, con la sonrisa bien puesta.
                “Y esa noche, Kassandra se quedó a dormir con Hachiko y Loira, y tras un tiempo de oscuridad y costuras rotas, la luz de Hachiko comenzó a brillar, apenas un puntito de luz, pero luz al fin y al cabo.”

                Hoy estoy un poco malucha, tanto de salud como de ánimos, pero he decidido escribirte para que tengas un sitio donde refugiarte cuando llueva o te sientas mal. Un pequeño rayo de sol en la tormenta, un poco de luz en el túnel de oscuridad. Te quiero.
                                                                                                Muchísimo amor,
                                                                                                        Tu hermana Hachiko.


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