martes, 23 de septiembre de 2014

Un micro cuento de fantasmas y muñecas.

Había una vez, una pequeña muñeca que tenía media sonrisa descosida. La muñeca tení un precioso pájaro verde y amarillo cosido al hombro, pero un día se le descosió y se perdió.  Y a veces, cuando nadie miraba, la muñequita se echaba a llorar porque sentía que le faltaba algo.

La pequeña muñeca, un día de esos en los que estaba llorando, se encontró con una pequeña fantasma que se acercó a preguntar qué le pasaba, y ella se lo contó. La fantasma le dio un graaaaaaaaan abrazo y la consoló, y desde entonces se quedaron siempre cerca la una de la otra, prometiendo cuidarse. Al poco tiempo, ya se adoraban, se querían. La fantasma y la muñeca se contaron sus historias y decidieron escribir una juntas a partir de ese momento, y ser hermanas. Se apodaron Hachi y Elsa la una a la otra, Elsa le devolvió a Hachi el trozo que le faltaba y Hachi se quedó con Elsa, cuidándola y queriéndola a más no poder.

Y un día, cuando el pequeño corazón de trapo de Hachi se cansó de tener parches y costuras, Elsa se la llevó lejos, a un sitio que ella conocía, a una pequeña cabaña del bosque donde nadie ni nada pudiera herirlas jamás, donde hubiese sonrisas cada día, y cosquillas, y abrazos y te quieros y mantitas. Y aquí sigue la muñequita, escribiendo cada día para que su querida fantasma sonría, y a veces le canta canciones, o le hace un dibujo. Porque una pequeña fantasma curó el corazón de la pequeña muñeca, y le cosió la sonrisa de nuevo con tanto cariño, que ahora nadie se le volverá a descoser.

Y por eso nunca hay que tener miedo de los fantasmas ni de acercarse a ellos. Porque entre una muñeca y un fantasma puede nacer una preciosa amistad. Porque quizá tú también tienes a tu pequeña fantasma o a tu muñequita rota, como yo tengo a la mía. Y créeme que la adoro.


                                                                

  Te quiero, Loi chan.

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