Había una vez, una pequeña muñeca que tenía media sonrisa
descosida. La muñeca tení un precioso pájaro verde y amarillo cosido al hombro,
pero un día se le descosió y se perdió.
Y a veces, cuando nadie miraba, la muñequita se echaba a llorar porque
sentía que le faltaba algo.
La pequeña muñeca, un día de esos en los que estaba
llorando, se encontró con una pequeña fantasma que se acercó a preguntar qué le
pasaba, y ella se lo contó. La fantasma le dio un graaaaaaaaan abrazo y la consoló,
y desde entonces se quedaron siempre cerca la una de la otra, prometiendo
cuidarse. Al poco tiempo, ya se adoraban, se querían. La fantasma y la muñeca
se contaron sus historias y decidieron escribir una juntas a partir de ese
momento, y ser hermanas. Se apodaron Hachi y Elsa la una a la otra, Elsa le
devolvió a Hachi el trozo que le faltaba y Hachi se quedó con Elsa, cuidándola
y queriéndola a más no poder.
Y un día, cuando el pequeño corazón de trapo de Hachi se
cansó de tener parches y costuras, Elsa se la llevó lejos, a un sitio que ella
conocía, a una pequeña cabaña del bosque donde nadie ni nada pudiera herirlas
jamás, donde hubiese sonrisas cada día, y cosquillas, y abrazos y te quieros y
mantitas. Y aquí sigue la muñequita, escribiendo cada día para que su querida
fantasma sonría, y a veces le canta canciones, o le hace un dibujo. Porque una
pequeña fantasma curó el corazón de la pequeña muñeca, y le cosió la sonrisa de
nuevo con tanto cariño, que ahora nadie se le volverá a descoser.
Y por eso nunca hay que tener miedo de los fantasmas ni de
acercarse a ellos. Porque entre una muñeca y un fantasma puede nacer una
preciosa amistad. Porque quizá tú también tienes a tu pequeña fantasma o a tu
muñequita rota, como yo tengo a la mía. Y créeme que la adoro.
Te quiero, Loi chan.
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